Por Julio Dam
Rébbe Mesiánico Renovado
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La vida de Iaakóv fue muy dura, especialmente durante los veinte años en que estuvo trabajando para Laván, catorce de ellos para casarse con las hijas de Laván, Rajél y Leáh, y seis años por el ganado de Laván. Este último, en cambio, le cambió su salario diez veces. (Be Reshít/En el Principio/”Gn.” 31:41).
Laván lo engañó varias veces: primero diciéndole que si trabajaba siete años se podría casar con Rajél, pero Laván, la noche de la boda, le entregó a Leáh en cambio, en vez de Rajél, (Be Reshít/En el Principio/“Gn.” 29:23). Y tuvo que trabajar otros siete años por Rajél, a quién Iaakóv realmente amaba.
Todos nosotros tenemos a la mano el imitar, ya sea a Iaakóv o a Laván, a ser honestos, sinceros, hombres y mujeres de palabra, o a ser como Laván, engañosos y llenos de sorpresas desagradables para los demás, siempre pensando en su propio bien, y no en el de los demás. Debemos aprender de Iaakóv e imitarlo, quien fue un ejemplo de cómo construir una vida totalmente honesta y sincera.
Todos los días de nuestras vidas tenemos esos dos ejemplos para seguir, las dos direcciones en las cuales encaminar nuestras vidas, la de nuestro cónyuge, hijos y nietos: y decidir tomar la dirección de Iaakóv, o la de Laván.
Cada decisión que tomamos tiene sus consecuencias. Si queremos seguir la dirección y el estilo de vida responsable y leal de Iaakóv, habremos tomado una decisión totalmente contraria a la dirección y estilo de vida de Laván.
Estos tipos de decisiones no sólo nos afectan a nosotros mismos, sino que van a afectar a los que nos rodean. Nuestros cónyuges, hijos y nietos van a aprender con nuestro ejemplo, ya sea a ser honestos y rectos, personas comprometidas y leales como Iaakóv, o todo lo contrario, como Laván.
Nuestro carácter va a moldear, aunque no lo queramos, a nuestra elección de un cónyuge, decisión que va a ser influida por nuestros actos y los motivos por que elegimos a ése cónyuge en particular, o cuando tengamos una desilusión con nuestro futuro cónyuge, un rompimiento, o un divorcio definitivo.
Nuestros hijos aprenden de vernos actuar, no sólo de lo que les decimos, sino de lo que ellos ven que hacemos, que muchas veces es todo lo contrario de lo que les queremos enseñar.
Iaakóv se dejó siempre guiar por Elohím. Y Elohím (Be Reshít 28:13-15) le prometió darle la tierra donde Iaakóv estaba, a él y a toda su descendencia (por muchas generaciones). Le prometió guardar su vida, y aunque salió de Beershévah y fue a Jarán, Elohím le prometió que volvería a su tierra y cumpliría todo lo prometido. Y Iaakóv le creyó a Elohím. Y Iaakóv “llegó al lugar”, porque había confiado en Elohím y Él lo conducía hacia donde debía ir. “Y tomó de las piedras del lugar”. Elohím es demasiado grande para que lo conozcamos, por lo que una piedra es una parte de Su Personalidad que podemos comprender, una a la vez.
“Toma la piedra y la pone debajo de su cabeza”. La cabeza es la parte más alta nuestra, la más rebelde, donde reside nuestro orgullo, el lugar de nuestros pensamientos, de nuestras pre-ocupaciones. Iaakóv la coloca en esta pequeña parte del Gran Lugar, y descansa allí.
“Y se acostó en ese lugar para dormir”. La fase de moverse y de ir adelante ha terminado por ese día. Se ha posicionado para encontrarse con Elohím. El acostarse significa no estar ya orgulloso (momentáneamente). Y allí los malajím/ángeles comienzan a subir y bajar por la escalera (Be Reshít 28:12). Iaakóv ya está en comunicación con Elohím y con Sus mensajeros.
Así nosotros debemos vivir: en total comunicación con Elohím, a través de tener a Ieshúa viviendo en nuestro rúaj. Ieshúa actúa de piedra en nuestra cabeza, el lugar de nuestro orgullo y pensamientos, que nos comunica con Elohím, si así lo deseamos.
Cuando actuamos como lo hizo Iaakóv, entonces tenemos el apoyo de Elohím como Iaakóv lo tuvo, como dice en Be Reshít 31:42: “Si no hubiese estado conmigo el Elohím de mi padre, el Elohím de Avrahám y el temor (de Elohím) que tenía Itzják, me habrías enviado ahora con las manos vacías. Elohím ha visto mi aflicción y la fatiga de mis manos, y Él te reprendió anoche”.
Esto nos enseña cuánta confianza tenía Iaakóv en Elohím. Él era su apoyo, su única esperanza para salir adelante.
Elohím ve nuestra aflicción, nuestra fatiga, tanto física, como psicológica, y pone Su orden para recibir Su bendición, ya que hemos actuado dentro de Sus mandamientos.
Y la gran solución que Elohím le dio a Iaakóv fue que Laván llegó a un acuerdo y reconciliación con Iaakóv (Be Reshít 31:1-2).
Asimismo, Elohím ve nuestra aflicción, y pone Su orden y Su bendición, cuando actuamos dentro de Sus mandamientos y órdenes.
De igual forma, nosotros debemos tratar de lograr un acuerdo y una reconciliación con aquellos con quienes no hemos tenido este acuerdo antes, con quienes hemos estado en inconvenientes y problemas.
Nosotros también debemos convertir a Elohím en nuestro único apoyo, en nuestra única esperanza para salir adelante en todos nuestros asuntos y problemas, y no “confiar en el hombre”, que nada es, ni nada puede.
Todo lo que hagamos debe ser guiado y ordenado previamente por Elohím, y no por nuestra voluntad propia, que nada sabe de las consecuencias que puedan tener nuestros actos.
Él sí sabe, y también sabe lo que nos conviene, por lo que debemos inquirir Su voluntad en cada acto y cada plan para nuestra vida diaria y planes a mediano y largo plazo, para así estar basados en la piedra donde se acostó Iaakóv, y no en la arena, que es el “fundamento” de lo que hace el hombre que no tiene a Elohím, o que lo tiene, pero no se deja guiar por Él.
Si logramos convertir nuestra vida en esa dirección, lograremos un éxito mayúsculo, ya que nuestros hijos verán lo que hacemos, y nos copiarán, porque también querrán tener el éxito que nosotros tenemos en hacer todo.
En esto consiste la muy buena educación: en instruirlos en seguir Sus órdenes diariamente, y ellos a sus hijos, y así llegará Su bendición a todos nuestros descendientes, sin que los extraños se den cuenta de porqué todo les va bien a esta familia, la nuestra, la suya.
La enseñanza de Ieshúa en Mt. 7:13-14: “Entren por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”.
Esto nos da un total apoyo a lo que hizo Iaakóv: decidió entrar por la puerta estrecha y el camino angosto, que es lo que nos lleva a una relación de obediencia y humildad delante de Elohím. Cuando estamos en esa posición, nuestras actitudes con las demás personas se reflejan en el trato de Iaakóv con Laván, y el resultado fue una reconciliación entre ambos.
Pero siempre debemos recordar que primero debemos tener y tomar la decisión de la puerta estrecha y el camino angosto que nos va a llevar a la vida en este mundo, con relación a la gente y a nuestra vida con los demás. Consecuentemente, vamos a recibir la Vida Eterna en el Olám ha Bá/Mundo Venidero, viviendo para siempre con Elohím.
La vida diaria no nos empuja hacia la puerta angosta, sino al contrario, hacia la puerta ancha que va hacia la perdición eterna. Esto lo tenemos que tener bien presente, cada vez que tomamos una decisión, desde una muy pequeña e insignificante, hasta una decisión que puede poner en jaque nuestra salvación eterna, sin darnos cuenta siquiera de lo que estamos haciendo.
¿Por qué es esto? Porque la vida diaria es la vida del mundo no creyente que fluye a nuestro alrededor como una catarata y nos empuja con fuerza en su torrente hacia abajo, hacia lo prohibido por Elohím y hacia lo que Él detesta.
Somos nosotros, los que estamos con Elohím, los que debemos, primero estar con los ojos bien abiertos a esta situación, y segundo, decidirnos a contrarrestarla viviendo contra la corriente, haciendo y diciendo y pensando acerca de las cosas de Elohím, y no siguiendo la corriente del mundo.
De nuevo tenemos el ejemplo de Iaakóv y Laván. Fácilmente podríamos “aprender” de Laván, a estafar y a burlarnos de los demás, haciendo nuestra voluntad a costa del esfuerzo y del trabajo de los demás, robándolos, en una palabra, como lo hizo Laván.
Sin embargo, tenemos el ejemplo de Iaakóv, que nunca pensó, obviamente, por lo que se cuenta en la Toráh, en imitar a su suegro, sino que, pacientemente, “se dejó” engañar por éste, para finalmente lograr su propósito, que era casarse y construir una familia primero, y luego una descendencia que continúa hasta el día de hoy en el Pueblo Judío.
Para nuestra felicidad y bendición, tenemos como uno de nuestros patriarcas a un hombre honesto y trabajador hasta más no poder, algo que se ha transmitido genéticamente y a través de la educación a través de las generaciones en el pueblo judío, quien no sigue la corriente del mundo, sino que sigue su propio camino, lleno de esfuerzo y de trabajo honesto, un ejemplo para todos nosotros, sus descendientes, tanto por sangre como por fe, aun cuatro mil años después.
¿Va usted a seguir el ejemplo de nuestro patriarca Iaakóv, o el de Laván? ¿Va usted a fundar una familia honesta y ligada a Elohím en todo, o una ligada a la cascada de agua que llamamos “el mundo” que fluye a nuestro alrededor, lleno de engaño y de mentira? ¡La decisión es suya y la bendición de Elohím lo está esperando!